Fueron muchos los obstáculos a lo largo de la obra. Los hubo por causas naturales, como las dificultades que planteaba la conformación baja y pantanosa del terreno. También por motivos económicos, como las demoras en recibir las partidas y de orden humano, como el descreimiento y la ingratitud de los tontos crónicos. Para la concreción de empresas de este tipo, se necesita un espíritu combativo y fortaleza de ánimo como pocos poseen. Para ellos, los contratiempos son acicates que los ponen a prueba.
Don David Della Chiesa, era uno de esos elegidos, ya que reunía holgadamente esa condición.
A medida que iba dejando atrás las tortuosas dificultades, lejos de bajar la guardia o sentirse cansado, crecían en él las ganas de avanzar.
Hasta que un día por fin, cayeron los últimos gajos de la vegetación que tanto se había resistido al progreso, y nuestro pionero tuvo ante su vista el espectáculo fervientemente deseado: el majestuoso Paraná-Guazú.
Seguramente que bajo el éxtasis indescriptible del momento, acrecentado por el júbilo de los testigos ante la hazaña concretada, habrá meditado sobre esos cinco años de lucha, con sus jornadas amargas y el recuerdo de lo mucho que se había batallado. Desde el mirador de nuestro tiempo, imaginamos la escena en que don David, sentado en la ribera del imponente curso de agua, encarna al David bíblico, vencedor del gigante Goliath, representado en este caso por la naturaleza indómita. También habrá mirado al futuro, soñando con miles de viajeros y con grandes puentes; después habrá vuelto a la realidad, para pensar en las etapas inmediatas que no podían postergarse.
La noticia de la finalización de la obra fue motivo de alborozo en todo Gualeguaychú, y así lo reflejan las páginas del El Censor y El Argentino, en Mayo de 1933. Pero también alcanzó repercusión nacional, en las ediciones de Crítica,
Don David recibió muchos telegramas de felicitación, entre ellos el del Gobernador Echevehere, ministros y otros altos funcionarios. No contento con esto, ya pensaba en el viaje inaugural y en el desafío que iba a ganarle al mismísimo Presidente de
En Zárate, el coche es elevado por la escalinata del edificio de
Estaba ganando la apuesta que le había aceptado el Presidente de
En el mismo Fiat, don David continuó viaje y sólo se detuvo en
Don David Della Chiesa, después de una vida plena de realizaciones, fallece en 1944 y desde entonces tenemos con él una gran deuda. En 1955, nuestro Diputado Nacional Agustín Siboldi, presenta un proyecto proponiendo que la ruta nacional Nº 14 lleve en ese tramo, el nombre de su realizador. No alcanzó a aprobarse. En 1960, el Senador José María Bértora insiste con un proyecto similar que se aprueba, pero no se cumple. En 1976 se designa a esa ruta con el nombre del Presidente Justo. Pero, valga la paradoja, ¡no es justo!. Seguiremos insistiendo para que alguna vez la vieja deuda quede saldada.
En estos días se cumplirá el traslado del monolito que perpetúa la memoria de don David. Excelente ocasión para que los gualeguaychuenses le rindamos homenaje. Porque por lo menos nosotros, conocemos su hazaña, pero muchos de los que diariamente atraviesan la ruta, ignoran esta historia y creen que el camino ha estado allí desde siempre. Como si nadie hubiera luchado por él. Son los felices cuerdos de la frase de Micho. Pero los gualeguaychuenses sabemos que hubo detrás un santo loco, quien un día de 1928, tuvo un hermoso sueño.
Publicado el 6/11/88
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