sábado, 27 de febrero de 2010

LA PIZERIA (3ª parte)


La Pizería tuvo dos etapas bien marcadas: la primera es la que venimos viendo, de gran popularidad e intenso ritmo de trabajo en todos los turnos. La última, que podríamos ubicar en la década del sesenta, cuando de los tres socios sólo quedó Pedro, se caracterizó por su clientela mas reducida, y las singulares anécdotas que relataremos en próximas entregas. Pero volvamos a la primera.-

En algunas ocasiones allá por la década del cincuenta, la esquina de la Pizería ofrecía un extraordinario parecido con un club de ciclismo. Una gran cantidad de clientes, antes de entrar al trabajo o a la salida, llegaban en bicicleta, que era por entonces el vehículo mas usado. De este modo, se apilaban por docenas en la vereda (nadie las robaba) mientras sus dueños saboreaban la clásica porción de muzarella con vino moscato.-

MEMORABLES AGAPES

Los boliches que venimos estudiando no funcionaban como restaurantes, pero todos ellos en casos especiales, atendían el servicio de diversos festejos, entre los cuales los mas frecuentes eran las despedidas de solteros. Todo ello sin perjuicio de las extras que organizaban los clientes, casi en la intimidad. De ellas, las mas características de la Pizería, eran los asaditos y las chuletas vuelta y vuelta hechas al rescoldo de la puerta del horno.

El menú era de muy buena calidad en todo tipo de festejos. Figura entre los mas recordados, la graduación de Artigas Cabrera como abogado allá por 1954.

Otras veces, la gastronomía, se asociaba con acontecimientos que parecen insólitos: cuando se conmemoró el primer aniversario de la muerte de Jorge Schimanov, su señora Ramona, invitó discretamente los amigos de su esposo al salir del cementerio, para que pasaran después por la Pizería, que ese día estuvo cerrada para el público. A medida que iban llegando, descubrían con sorpresa una generosa mesa bien servida en el salón del negocio. Se les explicó que era costumbre búlgara, la de retribuir a quienes han cumplido con la familia del desaparecido. En fin: costumbres son costumbres y cuando de manducar se trata, el criollo se adapta con facilidad extraordinaria -

Pero el mas trascendente de estos ágapes, fue sin duda la fiesta de casamiento de Pedro. Por razones de espacio y cantidad de invitados, ya que tenía muchos amigos, la recepción se efectuó en el Hotel Comercio, centenario lugar de reunión, que se encontraba en 25 de Mayo y 3 de Febrero. Contribuía a darle carácter de verdadero acontecimiento a ese enlace, el hecho de que Pedro ya estaba bastante entrado en años.

Don Pablo Bassi, una figura indiscutida en el ambiente gastronómico, ya casi no se dedicaba a atender de ese tipo de comidas. Pero por tratarse de algo tan especial, elaboró personalmente una amplia variedad de manjares con ingredientes especialmente traídos para la ocasión. Aquella fiesta todavía se recuerda como uno de los banquetes que hicieron época en Gualeguaychú y célebre al Hotel Comercio.-

Y VINO LA RENOVACION

Los años no pasaban en vano, y al promediar la vida de la Pizería nos encontramos con algunos cambios.-

Primero murió Jorge, después Demetrio, entonces Pedro quedó solo al frente del negocio acompañado de su Sra., Cata De la Cruz y ambos lo regentearon hasta el final. En esta segunda etapa, la Pizería se hizo mas familiar. Se redujo su clientela, cuya edad promedio sobrepasaba la de Calavera y a esta época pertenecen las anécdotas mas sabrosas.

Entre los concurrentes que se agregaron después, recordamos a don Herve Augusto Nussbaum (Jefe del Registro Civil) Fernandito Landó, Facundo Riera, Milo Buschiazo, Negro Pargas, Gordo Boretto, Tito Godoy, Víctor Segovia, Guito y Natalio Guastavino, Arturo y Roque Bértora. En los últimos años se incorporó el Subinspector Escolar, Goyo Pérez.

LOS "EMPALMES"

Los que acabamos de mencionar, constituían el elenco estable de la Pizería. Ello no impedía que otros clientes de menor frecuencia se acercaran también. Y entre estos últimos, muchos pertenecían al equipo de Calavera. Dado que Vital cerraba mas temprano y la Pizería seguía abierta para atender a los mañaneros (lecheros, trabajadores del frigorífico, etc.), en algunas ocasiones el ambiente estaba para seguir la farra, y al cerrar Calavera, se cruzaban a lo de Pedro, haciendo con estos empalmes una función continuada.

Uno de los empalmes mas ocurrentes, fue el siguiente: en una oportunidad se encontraban Tuca Salas, Julio Burlando, Roberto Cabilla y el mismo Calavera, en el Bar Central, compartiendo una de esas mesas que están para seguir de largo. De acuerdo con las respectivas autorizaciones, Calavera debía cerrar a las cuatro de la mañana como máximo, en cambio la Pizería tenía horario corrido. A las cinco de la mañana pasó la ronda policial y les advirtió que debían retirarse, justo cuando Calavera terminaba de servir una vuelta. Resolvieron la situación en la forma más expeditiva: se pararon, levantaron la mesa con todo servido y así, con mesa y todo, se cruzaron a la Pizería, donde los siguió atendiendo Pedro hasta bien entrada la mañana.

¡Oh, heroicos parroquianos que no se ahogan en un vaso de agua! (¿Agua?).-

No se pierdan el domingo, el retrato que trazaremos de ese personaje sin igual, que fue Pedro Djukoff.

Publicado el 21-6-87

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