sábado, 27 de febrero de 2010

LA PIZERIA (4ª parte)


PEDRO: UN PERSONAJE SIN IGUAL

A los dos años de la desaparición de Jorge Schismanov, falleció su hermano Demetrio. Quedó entonces al frente de la Pizería, Pedro Djukoff.

Los Schismanov, con el empeño proverbial de su raza y dueños de una capacidad notable de superación, hicieron de "La Porteña" un negocio pujante. Se adaptaron bastante a nuestras costumbres, de modo que Jorge y Demetrio, en poco tiempo aprendieron muy bien el idioma.-

Pedro en cambio, fue un caso especial: su figura perdura con mas vigor en la memoria de los clientes -pese a que era considerado menos listo- a través de numerosas anécdotas que lo tuvieron como protagonista.

DIALECTO PROPIO

A Pedro le costaba mucho aprender el castellano. Haciendo un esfuerzo, apenas llegó a hablar una mezcla de su lengua de origen (un dialecto entre ruso y rumano) con nuestro idioma. Tantas dificultades tenía, que en la Pizería se percataron de que era preferible aprender la jerga de Pedro y no esperar a que él dominara el español.

Así por ejemplo, cualquier iniciado sabía que la expresión "que ma vatomano", significaba: ¿qué mas vas a tomar hermano?; o que la piza cum mujarrita, era la de anchoas.

De a poco se fueron acostumbrando a descifrar el lenguaje de Pedro. Pero cuando alguien que no lo conocía se topaba con él, necesitaba un traductor. Así ocurrió por ejemplo, cuando Pacho Irigoyen lo llevó a Concepción del Uruguay, para tramitar la carta de ciudadanía. Con tal motivo, fue recibido en audiencia por el Juez Federal, y asistido profesionalmente por su amigo. Allí Pedro debió responder al interrogatorio de Su Señoría. Dicen los testigos presenciales, que era tal el desajuste entre las preguntas del Juez y las respuestas de Pedro, que el diálogo adquirió una comicidad dignas de las páginas mas ocurrentes del Quijote. El Juez, habitualmente circunspecto, no pudo contener la tentación y la audiencia terminó, para sorpresa de todo el Juzgado, en un estallido de carcajadas como jamás se había visto en aquel recoleto despacho.-

TACAÑO CON CAUSA

Pedro se caracterizaba por ser un comerciante desconfiado y poco apegado a las formas. Una noche estaba recostado frente a un vaso de vino, con su cabeza apoyada entre las manos y la mirada distante, cuando llegó un cliente y le preguntó: ¿Pedro... tenés piza?. Como volviendo a la realidad, éste se despabiló y le retrucó: Si... y voo... ¿tené plata?. Y hasta que el pobre y cliente no hubo desembolsado hasta el último centavo, Pedro no se movilizó hasta el horno. Decíamos en el subtítulo Tacaño con causa. No era para menos: al pobre Pedro le habían ocurrido algunas cosas que lo justificaban. Como el caso de dos conscriptos que pidieron sendas porciones de piza con vino moscato y cuando terminaron, le gritaron desde la puerta: ¡Que la Patria te lo pague!, tras lo cual demostraron haber asimilado muy bien la instrucción.-

O lo que le pasó con Pucho Minetto, que una noche le pidió prestado diez pesos y cuando Pedro se los dio, se cruzó muy suelto de cuerpo a lo de Calavera a gastarlos...

CUENTAS CLARAS

Pedro era especial hasta para llevar las cuentas. Generalmente se equivocaba a su favor. Pero en algunos casos , las diferencias en las cuentas (que no eran tantas ni tan largas como en el Bar Central) llegaron a ser tan notables, que debieron revisarlas minuciosamente, para detectar que Pedro había sumado hasta ¡la fecha!.

Otras veces, cuando los mas allegados se traían algún pedazo de vacío para hacer los acostumbrados asaditos en la puerta del horno, Pedro a la hora de facturar, les cobraba también la carne y como costaba tanto hacerlo razonar, terminaban pagándole.-

TESTIGOS ENOJADOS

Pero tal vez la anécdota que marca el límite máximo, fue lo que ocurrió casi al final de la Pizería, durante la tramitación del juicio de desalojo. Los abogados de los demandantes sostenían en el escrito inicial, que era muy poco lo que trabajaba el negocio.- A fin de controvertir ese argumento, la parte demandada ofreció como prueba, la inspección ocular del lugar.

Alertado de la fecha y hora en que ésta se realizaría por parte del Juez, Guito Guastavino mandó unos sobrinos, con sus novias y amigas, para que aparecieran como clientes y así desmentir el cargo. Todo transcurrió normalmente: cuando llegó el Juez había varias mesas ocupadas con clientes habituales, lo cual se consignó en el acta.

Pero cuando se hubo retirado Su Señoría, Pedro pasó por las mesas y les cobró hasta el último peso de lo que habían consumido. Fueron inútiles los reproches, ya que Pedro aplicó la única lógica que conocía: ¿Vo tomate?... ¡vo pagá!.-

Publicado el 28-6-87

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