sábado, 27 de febrero de 2010

LOS LAVIGNA (2ª parte)


OTROS CONSPICUOS CONCURRENTES

Habíamos dicho el pasado domingo que la variada y prominente clientela de la carnicería de don Bernardo Lavigna, fue una de las razones de su renombre .-

Lo selecto de la dirigencia Irigoyenista, gente de letras, poetas, cantores, profesionales, comerciantes, trabajadores -y algún desocupado- amaban aquellas tertulias y compartían sin mayores distinciones de rango, ese sitio de reunión.-

Otros personajes además del doctor, contribuían con su prestancia, como don Eduardo Segui Duportal, quien se imponía por el señorío de su figura. Se trasladaba en su coche de caballos con impecable atuendo: sacos negros, pantalones a rayas, polainas y sombrero tipo galera.-

También eran del ambiente, don Clemente Collado, Ubaldino Aguirre, Mariano Acosta, Camilo y Pedro Fernández Oyamburu los (Cocos) Piaggio, los Irazusta -Julio y Rodolfo-, Clodomiro Cepeda, el Negro Manrique y Sixto González, estos últimos conformaban el circulo áulico de "la gente del doctor".-

LA GENTE "DEL DOCTOR"

Nuestra política criolla, desde remotos tiempos, se nutrió del caudillismo cuya evolución asume distintas manifestaciones. Aunque la atracción carismática de estos personajes -aglutinantes de adhesiones ciudadanas- se mantuvo incólume con los años, el ropaje exterior fué evolucionando desde el chiripá o la bota de potro, hasta las polainas y el chaleco, pasando por la levita y el bastón.-

Y lo que un siglo antes había significado pertenecer a las huestes montadas de algún caudillo cerril, después fué acto de adhesión al estrecho círculo de "el doctor". Estos típicos exponentes de nuestra vida cívica de antaño, quedaron registrados en algunas estrofas de Hector Gagliardi o en las historias regionales, como el caso de los mas salientes: Barceló, en la provincia de Buenos Aires, Cantoni en San Juan o Lencina en Mendoza, aunque no necesariamente fuesen doctores.

Ser "gente del doctor" suponía en aquellos ambientes un envidiable status de impunidad, que otros no tenían y los ponía a resguardo de cualquier redada o bien los habilitaba para ciertos menesteres, sobre los cuales la policía hacía "la vista gorda".

Si la "arriada" de esta gente resultaba inevitable o si algún milico no estaba en la pomada, una simple llamada de "el doctor", les permitía recuperar la libertad antes que otros.-

Pero estas licencias, a la vez imponían ciertos "deberes" que había que cumplir al pié de la letra: estos iban desde alguna actuación especial en el mundo comiteril, hasta su participación como testigo falso en la vida tribunalicia.

En la próxima edición incursionaremos en el popular y comedor "Los Angelitos" contiguo a la carnicería que regenteara Lalo Lavigna, hermano de don Bernardo.-

Publicado el 26-7-87

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