sábado, 27 de febrero de 2010

"KID MONEQUE"


Cuando nos ocupamos hace unos meses de los personajes populares, muchos nos preguntaron por qué no incluimos a Moneque. Entonces explicábamos que nuestra serie versaba sobre personajes ya fallecidos. Sin embargo nos proponíamos hacerle una nota para la televisión. Lógicamente, íbamos a tratarlo con todo respeto. Y el 25 de Mayo, fuimos hasta su casa con don Carlos Arturo Mc. Dougall, amigo de nuestro personaje. Al llegar, supimos que Moneque había fallecido dos meses antes. ¿Cómo no nos habíamos enterado?

Luego, en el Cementerio nos informaron que en la tumba 39-828, sección tierra, yace desde el dos de Abril de 1988, don Carlos Florentino Sosa, fallecido el 1 de Abril. Pero en los diarios de esos días, no encontramos ni crónica ni obituario, ni siquiera una humilde participación.

Olvido injusto para quien llegó a sus 87 años (había nacido en marzo de 1901), después de dejar un rico anecdotario para el historial de su Barrio Norte y de toda la ciudad, al punto de convertirse en uno de los personajes populares mas renombrados de Gualeguaychú.

UN HOMBRE COMO TODOS

La vida de Moneque transcurrió entre diversas actividades: había sido capataz de vivero y conocía mucho ese oficio, al punto de dominar las técnicas del injerto. Durante muchos años tuvo un tradicional kiosco en la esquina de la Jefatura de Policía, desde el cual ejercía en forma subrepticia, "importantes funciones" que en seguida veremos. Había impuesto en su singular negocio, normas de higiene no exentas de originalidad: cuando alguien compraba una empanada, Moneque, antes de servirla, le pasaba ¡el plumero!. En su barrio (vivía en Fray Mocho y Clavarino) era un vecino correcto. Lo que se dice un hombre común, salvo un pequeño detalle, que luego lo catapultó a la popularidad:

Su vida transcurría normalmente -como la de don Alonso Quijano en la novela de Cervantes- hasta que un día, el hombre se creyó ¡boxeador!. Y desde entonces ya no fue el vulgar Moneque, sino que pasó a ser el gran Kid Moneque, que en poco tiempo fue llevado, por su ilusión desmedida y sus amigos generosos, al rango de ¡campeón mundial de todos los pesos!

Y para ser coherente con semejante categoría, tuvo también que creerse otras cosas, ya que no se concibe que un campeón se desempeñe como simple jardinero, o atendiendo un quiosco. Entonces pasó a ser ingeniero agrónomo y el quiosco se convirtió nada menos que en el camouflage que encubría su verdadera actividad: agente secreto de la policía. Se jactaba Moneque, de que ningún sumario pasaba de la Jefatura al Tribunal sin su firma. Y como humor no ha faltado en nuestro pueblo, mas de un oficial, abogado, o funcionario, al cruzar por el kiosco le presentaban expedientes para firmar y "de paso" le compraban cigarrillos.-

También incursionó alguna vez en la actividad musical. Así, integró hace mas de treinta años la Comparsa de Queirolo, en la que actuaba como guitarrista. Un amigo de los que habitualmente nos aportan datos para esta columna, nos recordaba días pasados la ocasión en que, mientras Litardo gestionaba el permiso de la Jefatura, Moneque, a modo de ensayo, le dedicaba en guitarra una canción a su madre, sentada en un banco de la Plaza San Martín.-

CELEBRE "MATCH" EN EL BARRIO

A campeón mundial de todos los pesos no se llega así nomás. Y menos cuando se mantienen cortadas las relaciones con Tito Lectoure. Nunca simpatizó Moneque con ese conocido empresario y tenía sus motivos. Claro que tampoco le faltaban managers de fuste, como lo fueron Coto Giambra o Luis Jordán, en cuya carnicería (Magnasco y Franco) se llevó a cabo la mas memorable pelea de Moneque, en la que derrotó limpiamente a Carlitos Buffarini.

La mayor parte de sus peleas transcurrieron en el barrio, eran fiestas casi familiares, y ¡vaya si eran fiestas! ya que a modo de preliminar, se hacían concursos de cantores y otros números de varieté, antes del espectáculo de fondo. La publicidad oral, la hacía el bañero Martínez (Yegua) quien, con una especie de corneta a modo de megáfono, recorría el barrio anunciando el gran duelo. La propaganda gráfica la hacían una docena de chicos que iban casa por casa con los carteles respectivos, unos a favor de Buffarini y otros de Moneque. La Lora Amarillo, (empleado del Correo) se encargaba de los importantes telegramas que daban nivel a la velada. Pero para no interrumpir el relato de esta memorable faena, suspendemos acá y la contamos sin corte con todos sus detalles, el domingo que viene. No se la pierdan.

Publicado el 12/06/88

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