sábado, 27 de febrero de 2010

KID MONEQUE (2º parte)


UN PUÑETAZO: UN HIGADO

Decíamos el domingo pasado, que tal vez la pelea mas memorable de Kid Moneque, haya sido la que sostuvo con Carlitos Buffarini. Fue hace veinte años y tuvo lugar en el corazón de su barrio; concretamente, en los fondos de la carnicería de Luis Jordán, uno de sus "managers". Ya vimos la profusa propaganda que se hizo para el gran match. A ello debemos agregar la trascendencia que tuvo el encuentro, pues pese a ser una fiesta del barrio, contó con la asistencia de un calificado público, en el que figuraba el Jefe de Policía, algunos oficiales, conocidos políticos y amigos del campeón, quienes tomaron ubicación en el improvisado ring- side.

Para dar una idea de la dimensión internacional que alcanzaba la pelea, antes de su comienzo la Yegua Martínez leía los telegramas de prominentes personalidades.

Nikita Kruschev, el Papa Juan XXIII; la Reina de Inglaterra, Frank Sinatra y otras surgidas de la imaginación de la Lora Amarillo, enviaban a Moneque saludos, abrazos y deseos de éxito. Llegaban noticias de imaginarias "apuestas", como la que María Inés Morrogh Bernard le ganara al Almirante Rojas, por haber apostado el marino al hombre de la Prefectura.

Previo a la gran pelea, se realizó un concurso de cantores durante cuyo transcurso la numerosa concurrencia vació ¡diez damajuanas de vino! que se vendía por vasos.

Al promediar la pelea, ante un certero golpe de Moneque aplicado en el abdomen, Carlitos cayó tendido. Con gran celeridad y perfecta sincronización, ya que todo estaba preparado, el pícaro de Jordán arrojó junto al caído, un hígado de ternera que sacó del negocio.

Moneque quedó asombrado por las consecuencias de su vigoroso golpe, y absolutamente convencido de que al pobre Carlitos le había sacado el hígado de una trompada, por lo que se sentía culpable al haber arruinado a un muchacho joven, a quien apreciaba mucho. Fue tan rápida la secuencia de ese golpe, que el fotógrafo Avinceto no pudo registrarlo en la foto, pese a que trabajaba con el disparador ¡a un milésimo de segundo!. Es que la mano de Moneque superó esa velocidad, aunque a decir verdad, el rápido fue Jordán.

Un gran ramo de flores le fue entregado a Moneque, quien con encendido discurso prometió repartirlo entre todas las dependencias de sus subalternos en la Policía, si no a razón de una flor por cada oficina, por lo menos un pétalo. En cuanto al hígado, el asunto tuvo solución: sesenta médicos de Buenos Aires le injertaron a Buffarini un órgano de plástico, con el que sobrevivió sin problemas, salvo que cuando estaba el tiempo malo, le dolían las cuplas.

Publicado el 19/06/88

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