sábado, 27 de febrero de 2010

LOS GRANDES BAILABLES DEL "LUSERA" (7ª nota)


PERSONAJES PARA EL RECUERDO: EL NEGRO LUIS

Contribuyó al renombre del Lusera, el elenco artístico de sus jornadas sabatinas (músicos, cantores, locutores o bailarines); y aunque algunos actuaban también en otros ambientes, se los asocia principalmente con estos bailes.

Se bailaba mucho tango en aquella pista, pero cuando lo hacía el Negro Luis Silva, era cuestión de sentarse para admirar su maestría.

Entre el compás marcado por la orquesta y las aclamaciones reiteradas del público, se lucía en variadas figuras: cortes, ochos, quebradas, sentaditas y en general, un dominio absoluto del dos por cuatro. Vivía en Pueblo Nuevo, dedicado a la venta de pescados y gallos. Muchos amigos con humor, atribuían su paso acompasado a la costumbre de portar los gallos de riña, uno en cada brazo. Alto, de tez morena, con botas negras en acordeón y pilchas que le regalaban, bombacha, camisa blanca y pañuelo al cuello, el eximio bailador de tangos fue una de las figuras descollantes del Lusera.

ALFREDO DURAND THOMPSON

Locutor, árbitro de fútbol -entre otras actividades- Alfredo Durand Thompson fue uno de los personajes mas populares de Gualeguaychú y pese a que frecuentaba muchos escenarios, se lo recuerda especialmente por su larga actuación en el Lusera, tan rica en anécdotas, algunas reales y otras inventadas por sus amigos.-

Rostro moreno y redondo, fino bigote y mirada penetrante; su figura se completaba con el clásico traje blanco, el moño colorado y lustrosos zapatos.-

Su decir era ceceoso y pausado, cuando hacía las presentaciones de los conjuntos, además de la publicidad. Muchas frases de Alfredo, dedicadas a la promoción de conocidas firmas comerciales, se repiten todavía, ya que han quedado grabadas en la memoria colectiva. No está demás recordar, entre sus mas celebradas creaciones, la que usaba para publicitar una bebida popular, con estos versos insuflados de fanático localismo:

Vivir en Gualeguaychú,

bajo un rancho con alero

un jardincito y un tero

y en medio un gran ombú.

Tener siempre en el brasero

puchero de caracú;

para cuidar la salud:

lo mejor ¡Amargo Obrero!

Obviamente su público no se detenía a analizar el sentido y significado de cada uno de los versos, porque no era tan exigente. Él a su vez, se preocupaba mas por la rima que por el contenido, aunque el innegable sabor criollo y lugareño de sus letras, era en definitiva lo que festejaban sus seguidores.

Su inagotable creatividad unida a una personalidad despojada de ataduras, le permitían intercalar sin temor al ridículo, la imitación del sonido de las cornetas de Casa Ferrando, entre los muchos recursos que utilizaba en promociones de su propia cosecha.-

Particularmente originales, resultan las cuartetas que había creado para publicitar el vino que representaba Pedro Mazella, cuyo negocio estaba en el ángulo NE de Urquiza y España:

Dicen los sabios que el vino

hace bien a la salud,

pone en el alma fuego

y alegría de juventud

Por eso tomen el vino

¡el gran vino "Tunquelén"!

cómprenlo en Mazzela Hermanos,

o en el próximo almacén

Sus anécdotas mas recordadas, son las que se originaban cuando alguien lo hacía enojar deliberadamente para que incurriera en algún furcio, micrófono de por medio, lo que provocaba estallidos de un público siempre pierna para la broma.-

Una vez, el conjunto de Néstor E. Ríos estaba presto a ejecutar el tango 9 de Julio. Por tratarse del día de la Madre, Alfredo se permitió intercalar antes de la célebre pieza, unas glosas de su creación dedicadas a la fecha. Empezó entonces con evocaciones a la madre universal, para seguir con las madres presentes y ausentes de todos los espectadores, elevando el tono de voz con gran emoción. Cuando tenía la palabra madre a flor de labios, un desfachatado de los que nunca faltaban, aprovechó la pausa para gritarle desde el fondo su proverbial apodo: ¡Pelotilla! Preso de ira, el enfurecido locutor continuó con el tema de la madre, pero refiriéndose particularmente a la del que le había gritado, en forma nada elogiosa. La barra, en la mayor gloria.

Otra anécdota de Alfredo, fue el famoso telegrama de San Pedro. Una noche el cielo amenazaba con un chaparrón, entonces para retener al público, leyó por los altoparlantes un supuesto telegrama enviado por el guardián del cielo a los concurrentes del Lusera, anunciando que no llovería. Algunos confiaron en el mensaje y se quedaron, pero a los cinco minutos se descolgó un gran aguacero, que no paró en toda la noche.

Sean ciertos o no estos relatos, la figura de Alfredo Durand Thompson, perdura en el recuerdo ciudadano con verdadera simpatía.

Publicado el 28/8/88

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