sábado, 27 de febrero de 2010

"LO TANICHO" -última parte-


EL RENGO GAVAZZO

Uno de los personajes mas simpáticos del Barrio del Puerto, y animador de innumerables jornadas del bar "El Ancla", fue Alvar Gavazzo (a)"el Rengo".-

En todas las anécdotas que dan vida a estos relatos, el Rengo tiene algo que ver. No era para menos: dotado de un carácter jovial, el buen humor de que hacía gala no se empañaba con el paso de los años, al contrario. Se divertía él y entretenía a los demás con su repertorio inagotable de ocurrencias, cuentos, apodos, cargadas y solía tramar intrigas entre sus contertulios, cuyo desenlace provocaba un estallido de carcajadas, como en las comedias de enredo.-

Hasta en los menesteres mas simples -como despachar una carta- el Rengo demostraba su buen humor: la echaba en el buzón que había en la pared de Tanicho y luego, poniéndose en puntas de pie, se asomaba a la boca del mismo y le gritaba:

-¡A Canelones, República Oriental! ...

Aquello tenía algo de Wimpi, quien definía al chichón, como "la fuerza que hace el de adentro para salir a ver quien le pegó".-

Cierta vez estaba el Rengo en lo Tanicho, luciendo un elegante saco de su hermano Roberto, con las iniciales R.G. Alguien lo quiso farrear:

-Si le usas el saco a tu hermano, por lo menos sacale las iniciales.

- No, viejito, perdoname pero las iniciales son mías: ¡¡Rengo Gavazzo!! ..fue la contundente réplica.-

POLLA MACABRA

El humor de aquellos bohemios, no retrocedía ante la enfermedad ni la muerte. Una vez lo fueron a buscar al Guacho Almada en lo mejor de una truqueada:

- Guacho, te vengo a buscar porque tu mujer está enferma ...

- Pues hombre, entonces te has equivocado: si mi mujer está enferma, no es a mi a quien tenes que buscar, sino al médico ... Resultaba notable la actitud displicente con que abordaban el tema de la muerte. Habían organizado una polla, que consistía en adivinar quien era el primero. Por supuesto que todos apostaban a el Rengo, quien encabezaba la mayor parte de las listas.

Pero una vez mas se dio aquello de el que ríe último ..., ya que el destinatario de tales apuestas, uno a uno los fue manijeando a casi todos.-

Mas conmovedor aún, resulta la serenidad con que enfrentaban a la muerte ya "decretada". Ante su inminencia, no sólo no se entregaban, sino que la desdeñaban, haciéndola motivo de nuevas chanzas. Así por ejemplo en 1948, tanto Enrique Gavazzo como Fernando Rivas (el Mono), estaban desahuciados y no se les ocurrió mejor idea que hacer una apuesta para ver quien se iba primero.

Dios no quiso que en aquella puja hubiera un ganador y entonces decretó un empate: ambos murieron el mismo día: el 7 de octubre. Esto ocasionó algunos inconvenientes al Rengo, pues estando en el velorio del Mono, de tanto en tanto se cruzaba al de su hermano "por si alguno me va a saludar".

TANICHO

Destacamos al comienzo, que la personalidad del dueño, se transmitía como una marca a cada boliche. Encuadrado dentro de aquellos rasgos generales, cada uno tenía, sus peculiaridades. Así Tanicho, con su actitud tranquila y bonachona, tan distante del humor chispeante de Mario, como de las rabietas de Calavera, ejercía sin proponérselo, un sutil liderazgo desde el mostrador. Honesto, buen amigo, generoso, desinteresado, con su cabeza blanca y su mirada mansa, era querido por todos en el barrio. Radical de tradición, tenía como amigos a encumbrados políticos y dirigentes, pero jamás pidió ni aceptó favores. Muy rara vez bebía, salvo en oportunidades muy especiales y en forma muy medida. En ocasiones, cuando el bar estaba lleno de parroquianos, lo dejaba a cargo de su hijo Raúl -muy jovencito- y se alejaba un rato del mundanal ruido. Como para poder charlar tranquilamente, sobre todo si lo visitaba Don Carlos A. Carmona, su amigo de toda la vida. Excepcionalmente anotaba los fiados, ni siquiera los registraba en su memoria. Simplemente confiaba. Ese era Tanicho.

EL FINAL

Dijimos el domingo pasado que los bares del puerto estaban ligados a la vida de este. Tanto es así, que cuando comenzó a declinar la actividad portuaria en forma paulatina, a raíz del progreso de las comunicaciones terrestres, también el bar de Tanicho inició su lento declive. Pero no era hombre de entregarse así nomás. Fueron necesarios golpes muy grandes y reiterados para doblegarlo, como la creciente del 59. El era -como muchos del puerto- de los que no abandonaban su casa por mucha agua que viniera. Quedó literalmente arruinado, pero siguió adelante.

En la década del 60 dividió el local, al arrendar el bar a Meco Delavaut, reservándose una parte para explotar una carnicería. Pero no había nacido para eso. En la década del 70 lo vemos nuevamente al frente de su bar -mas reducido- que se poblaba de uruguayos cada vez que llegaba la lancha de pasajeros Carapachay. Al inaugurarse el Puente General San Martín en septiembre de 1976, los clientes orientales desaparecieron y con ellos el sostén principal del bar. Pero para vencer a Tanicho ya casi setentón, se necesitaba un golpe mas contundente. Y vino la creciente del 78, cuya altura superó la del 59. Con veinte años mas encima, absorbió ese revés, reabrió el bar pero quedó herido de muerte.

Presentía el fin y tal vez por ello frecuentaba mas seguido el Barrio Norte de su adolescencia, en sus visitas a Don Carlos A. Carmona. Y una mañana de 1978, Tanicho olvidó despertarse. Se fue así, con la misma mansedumbre con que había vivido: en silencio, sin anuncios ni despedidas. Hubo lágrimas en todo el barrio el día de la muerte de Tanicho. Es que con él, moría un poco el puerto mismo. El mismo que lo vio llegar a principios del 40 y con el correr de los años, lo adoptó como uno de sus hijos mas queridos.

Publicado el 19/04/87

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