sábado, 27 de febrero de 2010

LOS BAILES DE ANTAÑO (1ª parte)


Imaginemos un doble túnel del tiempo. En un primer viaje, podríamos mandar un chico actual, a algún baile de La Lira o La Aurora en los años veinte. Difícilmente aguantaría mas de cinco minutos. Todo le parecería imbancable, empezando por la vestimenta de los concurrentes: sacos, sombreros, cuellos duros, tiradores, gemelos, corbatas por un lado.

Faldas largas, mantones, encajes, alhajas, almidones y abanicos por el otro. La formalidad de los atuendos, le produciría una sensación de agobio. Para qué hablar de la música, los cantores y la locución de los animadores...

Si en el viaje de vuelta pudiéramos traer a un muchachito de 1920 y meterlo en un boliche actual, su rechazo no sería menor. No se acostumbraría a caminar en la oscuridad; el juego de luces terminaría por marearlo con sus flashes; sus oídos no soportarían los decibeles de un sonido que calificaría de simple ruido. No distinguiría los diferentes temas musicales por repetitivos y jamás entendería eso de bailar suelto, sin pausas entre las distintas piezas. Finalmente, si viera salir humo desde la pista, saldría corriendo a llamar a los bomberos.

Son dos extremos que nunca podrían conciliarse. Quien esto escribe nació en 1945, es decir que pertenece a una generación intermedia que no conoció aquellos bailes de etiqueta y tampoco concurre a los boliches de onda. Ubicado entonces en un punto equidistante, puede juzgar ambas épocas con mas imparcialidad.

Los bailes de principio de siglo, se ajustaban a las reglas de su tiempo. Por aquel entonces pesaban mucho, la autoridad de los padres, las convenciones familiares y el respeto reverencial a los mayores. Para entablar relaciones, las chicas y los muchachos debían recurrir a complicados expedientes que hoy se recuerdan como pintorescas costumbres de época. Así por ejemplo, el cambio de ramitos, las Cédulas de San Juan y, mas tarde, los telegramas en los bailes. La declaración de amor y el pedido de mano, constituían ritos escalonados y obligatorios.

Aquella sociedad estratificada, en la que se diferenciaban mucho los niveles, contrasta con la actual, mas móvil y fluida, donde no existe tanta brecha, y el trato es mas espontáneo.

El tema de los bailes implica entonces un análisis del contexto social en que se desarrollaron y por ello resulta interesante su evolución a través de los tiempos. Ello nos permitirá analizar, de qué modo se dieron estos cambios en las costumbres, relaciones de familia, vestimentas, ritmos musicales y normas del galanteo.

Por ello, la investigación realizada para esta serie, nos ha resultado la mas apasionante y confiamos en que nuestros lectores pasarán varios domingos muy entretenidos.

En lo que respecta a la transformación ocurrida en materia musical, hay que tener en cuenta los avances registrados en ingeniería de sonido. Antes no existían equipos estéreos ni sintetizadores, ecualizadores, o tweeters. No había tampoco mezcladores para hacer enganches, ni discos láser, ni música electrónica. Pero estaban las orquestas, aquellas inolvidables, como Amor y Primavera, las de Alfredo O. Angerosa, Kuroki Murua y otras. A medida que avancemos en el tema de los bailes de antaño, iremos recordando otros conjuntos. Y tal vez en esta serie, o en alguna próxima, evocaremos a algunos cantores que llegaron a ser figuras relevantes de nuestro mundo artístico y alcanzaron inmensa popularidad, como Américo Salzar o Pepe Ramos.

Será entonces hasta el próximo el domingo y prepárense para bailar.

Publicado el 21/02/88

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