sábado, 27 de febrero de 2010

GALLARETA


Para salir del anonimato y convertirse en personaje, de los del tipo que estamos viendo, se requiere la concurrencia de varias circunstancias:

Cuando alguna particularidad del candidato lo hace pasible de bromas, y a ésta se agregan ciertos rasgos físicos especiales, reunimos la mitad de los ingredientes. Si a ello le sumamos un sobrenombre que le cae perfecto y que además lo hace enojar, ahí está el toque que faltaba; ya tenemos el personaje completo. Es el caso de Gallareta.

FIGARO Y MUSICO

Se llamaba Carlos Goldztein, era bastante petiso, peluquero, y con una voz muy gruesa, que motivó el apodo.

Gallareta practicaba un hobby que contribuyó a su fama: tocaba el violín convencido de que lo hacía muy bien, aunque sonaba horroroso. Ahí estaba el filón.

Durante varios años tuvo su peluquería en el barrio del puerto, calle Del Valle casi Caseros, pegado a La Montañita de los Benvenaste.

Nunca se sabía lo que podían durar los cortes o afeitadas de Gallareta. En efecto: tenía siempre a mano el violín y la radio prendida. Si por casualidad pasaban una pieza que él sabía, ahí nomás largaba todo, dejando al cliente a medio pelar o con la mitad de la cara enjabonada, cazaba el instrumento y se ponía a tocarla, olvidándose del mundo.

Del puerto lo ahuyentaron las bromas de los hermanos Bibé -Carlos y Julio- que vivían enfrente.

Le molestaba especialmente que lo llamaran por su apodo y llegó al extremo de cambiar el popular dicho criollo, por el de salga pato o cualquier cosa.

Una vez, los Bibé le hicieron sacar la lotería. Por aquel entonces, en calle 25 casi Pellegrini, la librería de Ramón Elizalde (padre de Inesita), tenía un pizarrón a la calle donde se escribían las novedades. Un día sábado, aprovechando que no había diarios hasta el lunes, previa averiguación del número que seguía Gallareta, lo anotaron en el pizarrón de Elizalde y se fueron corriendo hasta la peluquería:

-¡Don Carlos! ¡Se sacó la lotería!!-

Hecha la constatación en el popular pizarrón, invitó a todo el barrio, tirando la casa por la ventana. De allí surgió el famoso dicho: "Rompan todo, dijo Gallareta.

Cuando el día lunes se enteró de la verdad, volvió al barrio hecho una furia, pero los Bibé ya habían desaparecido. Eso sí, aunque bromistas, eran honestos: pagaron la cuenta del festejo en La Montañita.

MEMORABLE FESTIVAL

Después Gallareta se mudó varias veces; estuvo instalado haciendo cruz con el Colegio Nacional, lugar en que duró poco, dado el espíritu bromista de los estudiantes. Estuvo también en el Mercado, donde abría ¡a las seis de la mañana! porque después hacía mucho calor. Vivió además en el barrio Norte; allí las bromas tuvieron otro su estilo.

En los años cuarenta, los estudiantes del Colegio Nacional hacían grandes festivales en el Teatro Gualeguaychú para recaudar fondos. Estos terminaban a veces en grandes escándalos que requerían la presencia policial.

Uno de los mentores de esas fiestas era Queco Rossi. Los números resultaban muy variados y siempre se dejaba para el final la actuación estelar de Gallareta, y no precisamente porque fuera un Paganini. Era porque invariablemente, terminaba sepultado entre los tomatazos que le tiraban.

En un memorable festival de primavera, Gallareta, como final de fiesta, hacía su ingreso triunfal al Teatro. Iba montado en la archiconocida yegua de Loreto, engalanados ambos, jinete y cabalgadura, con primorosas flores. El animal avanzaba por el pasillo central, tirado de una manea a paso lento, mientras Gallareta sacaba deliciosos acordes de su violín.

La romántica entrada se vio abruptamente tronchada, cuando un desfachatado pinchó el trasero de la yegua con tal fuerza, que el animal en el primer corcovo depositó a Gallareta sobre el escenario y en la rodada casi se tragó el violín.-

Publicado el 23/08/87

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