sábado, 27 de febrero de 2010

LA PIZERIA (Ultima Parte)


Hemos recorrido las distintas etapas de la pizería La Porteña, recordando a quienes la frecuentaban en cada período. Sólo cabe agregar que también era cliente no habitual por su lugar de residencia, el ya recordado don Raúl Arizaga Calleri, quien cada vez que venía de Fray Bentos, era objeto de cálidos agasajos por parte de la barra. Estos eran organizados por su amigo Raúl Ghiglia. Debemos incluir también entre los clientes de la Pizería, a Pinuco Pereda, Bocha Iriarte, Bebe Rossi, Paisano De Nardi, Alberto Grosjean y también a Guillermo Zuloaga, quien de tanto en tanto se daba una vueltita.-

CELOS PROFESIONALES

Los celos recíprocos que se profesaban Pedro y Calavera, daban lugar a la mas jocosas incidencias. Ocurría que en parte debían compartir la misma clientela y en épocas de poco trabajo, cada cruce daba lugar a que el cedente desatara sus iras contra el cesionario. Pero en fechas especiales, como en carnaval, las peleas solían reavivarse; entonces el tema era la colocación de mesas en la calle y el problema se refería a una especie de deslinde y amojonamiento.

Ello no impedía sin embargo que -cuando el desbande en uno de los boliches era total- el dueño cerrara y se cruzara al otro a tomar alguna copa.-

Puede decirse en resumen, que Calavera y Pedro se peleaban de memoria, dado el hábito cotidiano de agredirse con o sin motivo. Los entredichos iban y venían de vereda a vereda.-

Por suerte para Calavera, en este tipo de disputas, él siempre resultaba ganador, aunque por una circunstancia ajena: mientras sus insultos llegaban claritos a la vereda de enfrente, los de Pedro no producían otro efecto que la risa de los circundantes, ya que no se le entendía casi nada y menos cuando se enojaba.-

CARLITOS ROSSI

Noctámbulo incorregible, bohemio como el que mas, estaba siempre dispuesto a participar con su proverbial espíritu y buen humor en ruedas de distintos bares. Carlitos era querido y respetado en todos los ambientes. Para él no había clases sociales y lo mismo trataba con encumbrados personajes, como con el mas humilde de los mortales.-

Tanguero empedernido, desde siempre tuvo una marcada debilidad por la música sincopada. La ejecutaba magistralmente en el piano y cada vez que tenía oportunidad, entonaba algunas letras o bailaba los tangos con su Señora, Potota Crepo, oriunda de Gualeguay. Ella se había adaptado admirablemente a su particular modo de ser.-

Carlitos vestía con singular elegancia y se lo recuerda aún hoy con sus trajes cruzados de perfecto corte, sombrero rancho y sus clásicos guantes. Tenía, una particular fisonomía, con algo de Maurice Chevallier. En su profesión de odontólogo, sus pacientes le toleraban las esperas de la mañana; es que aprovechaba bien las noches y por eso no era muy madrugador. Lo compensaba el trato especial que les brindaba, propio de un profesional con fina sensibilidad .

Le gustaba la diversión y los años no lo cambiaron. Siempre llegaba cantando y saludaba a la barra de amigos con singulares y curiosos términos que quedaron en el bagaje de recuerdos. Una vez en pleno carnaval, les pidió a los muchachos Olaechea que la mojaran a Potota y el mismo la incitó para que saliera. Se divertía como un chiquilín.

Cuando Carlitos alcanzó sus setenta años, la gran legión de amigos que había cosechado en una vida tan plena, le obsequió una fiesta magnífica que tuvo lugar en el salón del Club Frigorífico. Mas de doscientas personas colmaron el recinto y el ágape fue amenizado con orquestas. Por supuesto, se interpretaron los tangos preferidos de Carlitos en la voz de varios cantores, entre los cuales cabe destacar a ¡¡Pedro!!. Finalmente en la parte oratoria, varios amigos ofrendaron su homenaje y una de las piezas mas recordadas, fue la de Pebete Daneri, que culminó con el celebrado poema en que bautizó al homenajeado, como El Caballero de la Noche.

EL FINAL

Como casi todos estos boliches del centro, el de Pedro no escapó a la regla ineludible de la ley que habilitó los desalojos y el suyo se concretó casi en la misma época que el de Calavera. Tuvo que fallecer Pacho Irigoyen para que a Pedro lo desalojaran. Fue ardorosa la defensa de su amigo en sede judicial y muchos sostienen que si Pacho hubiera vivido, el lanzamiento no se hubiera concretado. Pero por aquello de dura lex... finalmente la Pizería cerró puertas para siempre.-

Pasó desde entonces al recuerdo; a la pequeña historia de los boliches pueblerinos que tanto dejaron para el recuerdo. Y ha querido el destino que después de muchos años, justamente en el lugar que habitaron estos noctámbulos sin remedio, hoy funcione, ¡oh paradoja! ¡Una Farmacia!

Publicado el 5-7-87

No hay comentarios:

Publicar un comentario