sábado, 27 de febrero de 2010

LOS BAILES DEL CLUB INDEPENDIENTE (3ª nota)


Don Claudio, un hombre voluntarioso y si se quiere, autoritario en su desempeño, impuso con su estilo una nueva dinámica en el aspecto social. Como persona emprendedora que era, no reparaba en gastos cuando se proponía algo importante. Pero como su estructura organizativa preveía sus inevitables dispendios, se supo rodear de un equipo de colaboradores que le fabricaban los recursos. De este modo, se estableció una diferencia en los estilos de conducción entre su presidencia y la de Emilio Vitale, quien por el contrario, fue sumamente recatado en los gastos.

A veces los cálculos grandilocuentes de don Claudio resultaban desproporcionados, como cuando realizó en el local de la Sociedad Operari Italiana, una feria de platos con números artísticos. Contrató entonces un famoso sandwichero de Los dos Chinos, el Profesor Borelli, para hacer varios miles de sandwichs de primera clase, bautizados con nombres franceses, idioma que le subuyagaba.

Dos chascos se llevaron sus seguidores. El primero: quedó sin venderse el noventa por ciento de las exquisiteces preparadas. Ello a tal punto, que luego de regalarlas a entidades de bien público y asociados, todavía no sabían donde ubicar el sobrante. El segundo, fue cuando descubrieron que el famoso "Profesor Borelli", solo era un simple repartidor de bollos y tortas negras, al que Claudio con habilidad y humor, había disfrazado de muy elegante cheff, para promover los sandwichs.

LAS "CENAS EXPERIMENTALES"

En una nueva etapa de invención claudiana, comenzaron a servirse los días domingos en la sede del Club, las cenas experimentales, con las que se buscaba atraer comensales, que acrecentaran la vida y nivel social de la institución. En el improvisado restaurante, trabajaban bajo el régimen impuesto por el presidente, nóveles cocineros, quienes a partir de esa época, se familiarizaron con el oficio que los acompañó de por vida. Tal es el caso de Mario González y el Negro Tagliana.

La actividad gastronómica incluía la colaboración de numerosas damas y las delicias por ellas preparadas, se servían al precio de cinco pesos. De ese modo, Hilda Duarte y Arminda Murature, trabajaban en sus domicilios, donde recibían a cada rato la visita de Claudio que no cesaba de supervisar la marcha de los trabajos.

Entre los habitués de las cenas experimentales podemos enumerar a los Escribanos Alfredo y Abel Garbino, a Juan Etchevarne, Agustín Courtet y otros que concurrían con sus familias. Pero no todas eran a favor:

Lo que debía ser la fiesta máxima planificada por Claudio, resultó por causas ajenas a su voluntad, un fracaso resonante.

Visitaba Gualeguaychú un buque de nuestra Marina de Guerra: la Fragata Drummond. Su tripulación fue invitada a una gran cena de gala, a servirse en la pista abierta del Club, que para la ocasión había sido engalanada en forma esplendorosa. Flores blancas y celestes, traídas del sur del Departamento formando una gran bandera argentina, resaltaban en la decoración, que tenía el aspecto de un enorme buque empavesado con guirnaldas multicolores. El Escudo Nacional y un gran retrato de San Martín presidían el palco. Por otra parte, una notable cantidad de corderos se asaban a la parrilla, mientras las damas daban los toque finales a ensaladas, mayonesas y otros platos fríos, bajo la supervisión del Sr. Cazzolli.

Cuando iba a comenzar el gran banquete, ocurrió lo inesperado: Se desató un fortísimo temporal que literalmente arrasó con todo. Algunos detalles dan la medida exacta del desastre: a los corderos que preparaba Tagliana, se los llevó el agua; la correntada los arrastró con brasas y parrilla, el cuadro de San Martín apareció colgado de un árbol, a dos cuadras de distancia y del decorado patriótico, no quedó absolutamente nada.

Fue, al igual que para los conquistadores de México, una noche triste. Trataremos de compensarla, cuando relatemos el monumental baile de 1944, con la Santa Paula Serenaders.

Publicado el 9/10/88

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