Los días sábados en verano, eran los de mayor concurrencia al Lusera. A la caída del sol empezaban a trasladarse grupos de distintos barrios, aún los mas lejanos, como el Cementerio o Hipódromo. Dadas las distancias, la mayoría convergía en la esquina de 25 de Mayo y Rocamora, donde funcionaba el Café Argentino. Allí hacían cola para tomar los colectivos que cubrían el resto del trayecto.
Según las épocas, a ese servicio lo realizaba
Al empezar cada jornada bailable, el lugar ofrecía un aspecto singular por la variedad de los medios de transporte estacionados en los alrededores: innumerables bicicletas, carros, sulkys, caballos, coches varios y automóviles, mas decenas de canoas sobre la costa, daban la pauta de la multitudinaria y variada concurrencia.
Como la entrada era libre y la pared a la calle muy baja, muchas familias iban nada mas que a mirar, por lo que permanecían en sus vehículos presenciando el baile y de yapa, muchas de las incidencias que mas adelante relataremos.
El numeroso público tomaba ubicación en las mesas que rodeaban la pista, en cuyo centro un frondoso tala contribuía a darle ese aspecto intermedio entre lo urbano y lo rural. A la vez, servía de guía, ya que las parejas giraban a su alrededor en el sentido de las agujas del reloj y cualquiera que bailara de contramano, podía generar uno de los infaltables incidentes.
Decíamos que la entrada era gratuita, pues la ganancia estaba en el consumo de bebidas (abundante) y en la venta de los sabrosos choripanes que preparaba Macho Pinasco.
En el Lusera no le mezquinaban a la bebida y ello explica ciertas reacciones del público que le dieron tanta popularidad.
Es que el alcohol libera las pasiones mas encontradas, tanto las iras como los arrebatos amorosos. Durante el baile y después de algunas ginebritas, algunos se daban ánimo para invitar a bailar a la dama de su preferencia, a lo que ésta accedía después de dejar su copita de licor. Otros, en cambio, se embriagaban de tal forma, que provocaban a los demás, o bien respondían a provocaciones trenzándose en entreveros que se generalizaban a niveles de escándalo. Los espectadores tenían entonces la oportunidad de presenciar la gresca en forma gratuita y, si se daba el caso, aprovechar para rajarse sin pagar.-
El próximo domingo entraremos en detalles sobre los diversos comportamientos que dieron lugar al recordado "teneme el nene" y a la proverbial rivalidad entre zapadores y policías.-
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