sábado, 27 de febrero de 2010

LA PIZERIA (1ª parte)


LOS BULGAROS

A lo largo de los siglos, los Búlgaros han conocido todo tipo de vicisitudes. Desde la conquista por los emperadores bizantinos hasta la posterior anexión al imperio otomano y las luchas con Servia. Luego de la Independencia -concretada tras intensa guerra, en 1908- vinieron nuevos enfrentamientos con Turquía, la participación en las dos guerras mundiales y sustanciales cambios en la vida política. Puede decirse que pocos pueblos han conocido tantos avatares. Este pequeño país, enclavado en el corazón de los Balcanes, fue presa sucesiva del apetito de poderosos vecinos. Hasta su lengua -un dialecto que se nutre del ruso y del rumano- nos habla de continuadas influencias que han puesto a prueba su temple y destino de nación.-

Por eso los Búlgaros son un pueblo sufrido, que la historia puso a prueba hasta curtirlos de tal modo, que esconden sus sentimientos mas profundos y humanos detrás de esos semblantes inexpresivos, característicos de la introversión eslava.-

Raza de agricultores laboriosos y tesoneros, saben extraer de la tierra el fruto de su trabajo en condiciones no siempre favorables: después de cada siembra, esperan a que el manto de nieve cubra los campos, contando así con regadío en la época del deshielo. Gracias a este ingenioso procedimiento, los Búlgaros obtienen productos cuyo renombre alcanza a todo el mundo.-

INMIGRANTES

Allá por 1930, seguramente apremiados por los remezones de la crisis mundial del 29, un contingente de búlgaros, oriundos de dos pequeñas ciudades cercanas a la frontera con Rumania -Bella y Pedín- cruzaron el Atlántico en busca de estos horizontes. Algunos desembarcaron en Montevideo, para radicarse definitivamente en Durazno o Fray Bentos; otros continuaron hasta Buenos Aires. Un grupo de estos, se embarca allá por 1932 en el vapor de la carrera hacia estos lares y como no les sobraba dinero, recalaron en el primer puerto, que era Gualeguaychú. En ese pequeño contingente llegaron a nuestra ciudad, Iván Todoroff, P. Dimitroff, los hermanos Shismanoff y Peco Todoroff Djukoff. La terminación off común a estos patronímicos -que significa hijo de- se sumó al nombre de pila paterno para convertirse en apellido. En algunos casos, esta partícula sufrió mutaciones, así que la v corta reemplazó a la doble f ; tal es el caso de los Schismanov.

DESTINO INSOLITO

Muchos de los inmigrantes búlgaros que llegaban a estas latitudes, encaraban las mismas tareas para las se habían adiestrado en su tierra de origen. De ahí que resultaran excelentes quinteros. Llegaron a dominar en tal forma los secretos de ese oficio, en el que lograron prodigios increíbles haciendo injertos. Como ejemplo, está el árbol de Todoroff, cuyas ramas producían frutos diferentes: unas, membrillos; otras, manzanas; y las restantes, peras.-

Por eso resulta casi insólito, que tres de aquellos consagrados agricultores y quinteros búlgaros -los hermanos Jorge y Demetrio Schimanov y Pedro Djukoff (Peco)- vinieran a instalar en Gualeguaychú ¡una pizería!

"La Porteña", así se llamaba, se convirtió pese al origen extranjero de sus dueños, en un rincón representativo de nuestras costumbres mas típicas.-

LOS COMIENZOS

La popular pizería ya había abierto sus puertas a principios de la década del cuarenta en 25 de Mayo y Montevideo (SE), que arrendaron a la familia Etchegoyen. O sea, frente mismo al bar de Calavera.

Por aquel entonces, no había casi pizerías en Gualeguaychú y menos en zonas tan céntricas. Por esta razón y porque los laboriosos dueños alcanzaron en poco tiempo una maestría sin par en el oficio, La Porteña pasó a ser lugar de obligada concurrencia para un público muy variado. Al caer la noche, a la salida del cine, el local era literalmente invadido por los entusiastas de las sabrosas muzarellas. Cerca de la una, en que finalizaba la otra función, se renovaban los parroquianos.

Después se quedaban solamente los noctámbulos habituales; hasta que cerca de las cuatro de la madrugada, empezaban a llegar numerosos carros de lecheros que venían al pueblo y antes de iniciar el reparto, se tomaban su cañita.

LOS PIONEROS

A las ocho y media de la mañana, todos los días, con puntualidad sajona, don Domingo Elgue entraba a la Pizería. Para esa hora sus dueños habían hecho el relevo, comenzando un nuevo turno. A las nueve llegaba su amigo don Angel Zabal, quien antes de abrir su tienda, compartía con él la primera copita. Un día, cuando la 25 de Mayo corría todavía de Este a Oeste (fue hasta junio del 58, durante la administración Bértora), el joven Kinesiólogo Plinio Colombo esperaba en la esquina de enfrente -ex Casa Tajes- el colectivo que todas las mañanas lo llevaba a su trabajo en el Hospital Centenario.- Don Domingo lo invitó un día a tomar una copa para acortar la espera. Fue la primera. Con ella inauguró Plinio treinta años de ininterrumpida asistencia a la Pizería.

Cuando llegaba el mediodía, empezaba a poblarse la tradicional mesa del vermouth integrada por aquellos legendarios parroquianos que dieron vida a este lugar. De ellos hablaremos el próximo domingo.

Publicado el 7-6-87

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