sábado, 27 de febrero de 2010

LOS BAILES DEL CLUB INDEPENDIENTE (8ª nota)


El suceso de la Santa Paula Serenaders, sirvió para reafirmar el prestigio de Independiente. Esta actividad tenía sus riesgos y uno de los más temidos era el factor tiempo. Cuando se hizo, o mejor dicho, se intentó, la cena de los Marinos de Drumond, fue patética realidad lo de aguar la fiesta. En otras oportunidades, la suerte hizo que el chubasco aguantara hasta el final, como la noche de la Santa Paula. Y siempre hay quien ante la adversidad pone una nota de humor, por aquello de a mal tiempo buena cara, como por ejemplo, cuando Mario González veía a sus compañeros preocupados por el frente de tormenta y les decía socarronamente:

-Pero ¡que ricos tipos son ustedes!! se traen una orquesta de mil pesos y no quieren sentir emociones!...

Cuando trajeron a Alfredo de Angelis y su célebre orquesta típica, parecía que la lluvia ni siquiera dejaría comenzar el baile, entonces se fueron al hotel donde se alojaban los músicos, para suspender la velada. Con el optimismo que les infundió el representante artístico, se animaron y también esa vez, la suerte estuvo del lado del Club: llovió ni bien terminó el baile. Pero el nerviosismo que pasaban, era peor que cualquier tormenta.

SOPA DE LETRAS

Las tensiones no sólo eran por causa del clima, sino que cada uno asumía tantas responsabilidades, que a dos horas del baile faltaba mucho por hacer y esto provocaba verdaderos stréss, aunque por entonces no se usaba esta palabra.

Después de la Santa Paula, trajeron otros conjuntos de jerarquía, como la Jazz de Barry Moral, que le seguía en rango de prestigio.

También congregaban mucho público las orquestas características y una de ellas, la de Feliciano Brunelli, llegó a reventar la Pista Roja y las instalaciones de Independiente. Pero no es a eso a lo que apuntábamos, sino a la siguiente anécdota.

Después de la característica de Brunelli, le seguía en orden de méritos la de Juan Carlos Barbará. Mingo Pedrazzoli se había tomado la responsabilidad de colocar un gran cartel que atravesara la pista, con una frase inventada por él: "Usted también bailará con Juan Carlos Barbará"

Y se puso a la tarea. Seguramente algo anduvo mal en los cálculos de Mingo, porque llegaba la hora del baile y no había terminado con el trabajo. Es que la frase tenía tantas aes, que le resultaba imposible armar el cartel entre las mezcolanza de letras y las cargadas de los amigos. Hasta que estalló en un arrebato y decidió colgarlas como venían. A muchos años de aquella rabieta, sus compañeros continuaban las cargadas recordándole aquel empacho de letras.

Una de las figuras más recordadas de esta época en Independiente, fue el animador de aquellos bailes. Así como muchos evocan junto al Lusera, el nombre de Alfredo Durand, la Pista Roja se asocia con el de José Lorenzo, proverbial bastonero de aquellas reuniones.

Anunciaba el baile, presentaba las orquestas, enumeraba las interpretaciones y si le daban cuerda, se largaba a cantar tanto en castellano como en inglés o en la lengua que le pidieran, siempre y cuando -lógicamente- no hubiera alguno que supiera el idioma.

LUZ NEGRA

Muchos creen que el invento de la luz negra pertenece a algún ingeniero electricista. Nada más erróneo: a la luz negra la inventó un conocido experto en cocinas: Peluncho Castillo, quien con mucho ingenio y pocos medios logró por primera vez estos efectos lumínicos.

-¡La luz negra, Peluncho!!!- le gritaban al promediar el baile los danzarines enamorados, que pretendían un ámbito más apropiado para sus románticos desplazamientos.

Entonces se apagaban las luces de color y se prendían las de Peluncho, cuya fuente eran unos artefactos caseros -hechos con medios tarros de cinco litros- a los cuales revestía con placas radiográficas en desuso. Así lograba la dulcificante media luz de los enamorados.

Publicado el 11/12/88.

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