DIALOGO DE SORDOS
Volvamos un poco a la década del cuarenta, muy rica en anécdotas, como la siguiente.
Ocurrió allá por 1943. Se celebraba una reunión entre
Uno de ellos lo era a tal extremo, que requería de un colaborador, para que le escribiera en una cartilla lo que se decía. En determinado momento, se pasó rápidamente a votación, para lo cual los que estuvieran de acuerdo, debían levantar la mano. Al tener que votar, el apuntador del más sordo, interrumpió su traducción al asistido. Este, al ver tantas manos hacia arriba, preguntó muy intrigado:
-¿Qué pasa....? ¿ está lloviendo?
A la carcajada general, si no la oyó, al menos la percibió.
EL BAILE DEL SIGLO
De todos los bailes que hemos rescatado, tomando en cuenta las distintas épocas y entidades, creemos sin duda que el que vamos a relatar a continuación, merece el título.
Ocurrió allá por 1944. La vinculación con el señor Tóffalo, le puso por delante a Independiente, la posibilidad de traer a Gualeguaychú nada menos que ¡
Dirigida por el eximio Raúl Sánchez Reynoso, la integraban unos veinte músicos, entre ellos seis maestros de renombre y había alcanzado tal nivel, que su presencia era requerida en las fiestas del ámbito diplomático y en los mas altos niveles del poder.-
Traer a Gualeguaychú semejante conjunto, resultaba una riesgosa empresa, para la cual había que estar preparados. Algunos aspectos de aquel memorable acontecimiento social, todavía hoy llaman al asombro: el baile se realizó en
Aunque aún nos parece increíble, para esa ocasión
Luego de la presentación inicial, Don Claudio Méndez, ataviado con su elegante frac, invitó a bailar un vals a Beba, la "Chansonnier" del conjunto y ambos danzaron largamente entre los hurras del público. Tanto entusiasmó esto al Maestro Sánchez Reynoso, que repitió la pieza varias veces, a tal punto que cuando terminó, Don Claudio perdió su prestancia para caer rendido en una silla.
El baile siguió hasta la madrugada, ante un marco multitudinario como nunca se había visto en Gualeguaychú y con una amenazante tormenta que, por suerte aguantó toda la noche
Cuando todo hubo terminado, Quique Kasten se plantó con un paraguas y dijo: ¡ahora sí, que llueva todo lo que quiera!
Seguramente el cielo escuchó su exclamación porque llovió tanto que la orquesta salió hacia Concepción del Uruguay en la madrugada del domingo y pudo llegar recién ¡el martes!
Publicado el 4-12-88
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