sábado, 27 de febrero de 2010

LO TANICHO -2ª parte-


Como todos los bares portuarios, el de Tanicho tenía ese especial sabor que otorga el ambiente barquero. Diríase que era una prolongación del puerto, como si de él formara parte, pués todo lo que acontecía junto al muelle, se reflejaba en la vida del bar, como había sucedido antes con el café Caza y Pesca, de don Daniel Risso.

Así era. En los años veinte por ejemplo, constituía un gran acontecimiento la llegada al puerto de los Ford T, para la agencia de don George Elmer Oppen. Multitud de curiosos, se arrimaban para verlos descender suspendidos en los guinches colgando de sus lingas y ya en tierra, partir en caravana tocando sus cornetas entre gritos y aplausos del público.

Terminado el espectáculo, se iban todos al café de Risso.

Dos décadas después, era el bar de Tanicho el que palpitaba al ritmo del puerto. Cuando el día domingo llegaba el vapor de pasajeros Ciudad de Concepción en viaje directo -el Luna y el Viena hacían trasbordo- desde el capitán hasta el último tripulante se dirigían "a lo Tanicho" donde se los esperaba con grandes asados, verdaderas fiestas que se prolongaban hasta la madrugada.

También el movimiento comercial repercutía en el tradicional bar. Hasta la década del 50, en épocas de trilla, las bolsas de cereales llegaban al puerto en carros. La espera para el pesaje y descarga obligaba a formar filas de mas de dos cuadras, tanto por Alem como por Del Valle. Los carreros mataban su tiempo en animadas reuniones en que alternaban los cuentos, chistes, partidas de truco y asados en el Sindicato (Portuario, Alem y Concordia) o simplemente acudían a lo Tanicho.

Y estaba tan integrado a la vida portuaria, que muchas compañías le encomendaban pagar los de sueldos de sus barqueros, quienes en su concurrencia diaria, gastaban a cuenta.

EL LOCAL

La espaciosa finca, que antes había sido la fonda de Batmalle, abarcaba casi un cuatro de manzana. Sus numerosas habitaciones alrededor de un amplio patio, posibilitaban el desarrollo simultáneo de diversas actividades.

El aspecto señorial del salón principal, se percibía desde la entrada: hacia la izquierda había una gran arcada, que formaba un separador con barrotes de madera labrada. El mostrador principal era una pieza maestra de ebanistería, con motivos tallados a mano de excepcional calidad. Llamaban la atención los finísimos espejos biselados, sobre el estante de las bebidas. Completaban el mobiliario dos billares, mesas y sillas de estilo. A los fondos de la finca, funcionaban dos canchas de bochas, lo que nos da una idea de sus dimensiones.

LA BARRA

A lo largo de los años, infinidad de ocurrentes poblaron aquellos salones. Como en muchos bares de esa época, se daba aquí en forma muy especial, una característica ya señalada: la inexistencia de barreras sociales entre los habitúes, pues era frecuente que distinguidos profesionales o comerciantes compartieran las copas con changarines, marineros o carreros. El truco, el mus, la carambola o el casín, matizados por ese constante ir y venir de copas, entre bromas, cuentos y carcajadas, daban el clima a cada jornada embebida de puerto, de barcos y de río.

De los concurrentes, podemos recordar algunos nombres que constituyen el núcleo de la barra de Tanicho; don Juan Razzetto, Alvar Gavazzo (a) el Rengo, Chelo Murature, Tingo y Tuca Salas, Carlitos Macchiavelo, Oscar Quinteros, el Gato Rivollier, Enrique y Carleye Gavazzo, el Negro Caballero, Calengo Rivas, Garza Bottani, Palito Merello, Ramón Arigós, Samuel Villanueva, Enrique Gutiérrez, Eduardo Suárez, Chiche Razzetto, Carlos Reynoso, Guacho Almada, Alejandro Corvalán, Juanito Bonifacino, Leiva y Soto entre otros. Ocasionalmente, aparecían Mateo Dumón, el Pato Luciano y Carlitos Rossi.

De vez en cuando se aparecía don Andrés A. Rivas (a) Macho Viejo, con sus aparejos y pescados, o algunos de sus hijos, como Calandria, el Tape y el Mono. Y aquí nos detenemos, ya que nos comprenden las generales de la ley.

Publicado el 12/04/87

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