sábado, 27 de febrero de 2010

RECALDE


El domingo pasado omitimos anunciar -como es costumbre en esta columna- de quien nos ocuparíamos hoy. No hemos hecho más que respetar el estilo de nuestro personaje: Recalde se presentaba sin anuncios, sea que recorriera mesa por mesa el Café del Plata o el Café Argentino, o cuando entraba en el Almacén de Rossi Hermanos, entonando alguna cuarteta de su cosecha:

A don Pancho lo saluda

Recaldito el regalón,

y desea que lo convide

con un vaso e' vino Carlón.

Y Pancho, Juan, Pedro o Federico, accedían invitando al singular visitante.

De figura pequeña y esmirriada, Recalde, con su tez pálida y pantalones arremangados, improvisaba para cada ocasión, los versos con que expresaba la bebida que quería tomar. Así animó con su presencia nuestro mundillo ciudadano, durante la treintena de años que van desde el veinte hasta el cincuenta.-

Dos pasiones devoraban a Recalde: la bebida y la música. A la primera se entregó sin limitaciones. Pero de la combinación de ambas surgió el personaje, munido de sus dos elementos de trabajo:

Un tarrito de hojalata, que hacía las veces de imaginario micrófono y una pequeña guitarra que le regalara el Dr. Gutiérrez, obsequio que nunca dejó de agradecer con el consabido grito: ¡viva el Doctor!

Recalde se ganaba la vida honradamente; recorría el pueblo entero cantando sus estrofas, con su guitarrita y su micrófono, recibiendo como gratificación algún vaso de vino o unas monedas.

En esta actividad, tuvo ciertos tropiezos. Acostumbrado a recorrer las mesas del Café del Plata (25 de Mayo y España), un día confundido por efecto de los efluvios etílicos, se equivocó de esquina y se metió en el Tokio (25 de Mayo y Chacabuco), que acababan de abrir sus nuevos dueños. Estos eran japoneses y no estaban acostumbrados a que alguien se metiera a actuar sin su permiso, motivo por el cual lo cargaron y lo depositaron en la vereda de enfrente (ex Blanco y Negro). Recalde no estaba en ese momento en condiciones de comprender lo que pasaba, a juzgar por los gritos que profería lleno de indignación desde la otra vereda:

¡¡Gallegos repatriados!!

Pero volvamos a su vena de poeta. Tal vez los versos mas repetidos y por ello mas recordados, sean aquellos que cantaba Recalde con aire plañidero de tonada:

Pobre mi caballo bayo

como lloraba cuando murió...

Y veamos algunas de las estrofas mas recordadas de su repertorio:

La pampa tiene el ombú

tumbas tiene el cementerio

Recalde tiene misterios

y bellezas !Gualeguaychú!

Corre veloz el ñandú,

el tigre es bicho feroz.

Los cantores tienen voz

y Recalde es un tesoro

porque toma vino "Toro"

¡lo mejor que ha hecho Dios!

A veces por razones de tiempo, sintetizaba el anuncio publicitario gratuito de su néctar preferido:

Recaldito es un tesoro

porque toma vino Toro

Como muchos personajes populares de su época, Recalde era un hombre bueno, honrado y muy entrador. Por eso alternaba en cualquier ambiente, en los boliches, en la calle o bien en casas de familia, donde dedicaba sus versos a las chicas que se lo pedían, tratándolas con el mayor respeto.

Generalmente andaba solo. Y tal vez en esa misma soledad habrá muerto, siguiendo el destino de su caballo bayo, que lloraba su propia muerte porque no tenía quien llorara por él.

Publicado el 10/01/88

No hay comentarios:

Publicar un comentario