sábado, 27 de febrero de 2010

LOS GRANDES BAILABLES DEL "LUSERA" (10º nota)


Américo Salazar y sus acompañantes no eran los únicos artistas del Lusera. Ocupaban el escenario muchos otros músicos, recitadores, animadores y bailarines. Los mas salientes ya han sido recordados.

Varios conjuntos, sobre todo los cuartetos, se armaban especialmente para tocar en el Lusera. Algunos alcanzaron renombre y otros se perdieron en el olvido. Entre los mas recordados, tenemos el cuarteto de Quito Bossio, quien cantaba acompañándose con guitarra. Su canción preferida era La Fragata Sarmiento que repetía varias veces en cada jornada, por lo que sus amigos lo farreaban diciendo que no sabía otra. Completaban el conjunto, Salvia en violín, Juan Ferreyra también con guitarra y el Veterano Benetti, quien los sábados dejaba las bicicletas para dedicarse al bandoneón.

Joaquín López (tenía una pequeña casilla en el Islote Martín Chico), comandaba como presentador, al cuarteto Inspiración que integraban: Severino Espinosa en violín, Juan Carlos Portaluppi con Martín Arroyo en guitarras y el correntino Ferreyra en bandoneón. El nombre artístico del popular presentador, lo dice todo: El Mariscal del Tango.

Otro conjunto muy recordado del Lusera era el de Nestor Eduardo Ríos y sus hermanos, también con guitarras y violín.

Estas agrupaciones hacían música popular de todo tipo abarcando tangos, valses, rancheras, milongas, fox-trox, etc.

Había muchos otros cuartetos y músicos sueltos que se juntaban para amenizar el Lusera. A algunos se los recuerda muy especialmente, aunque por motivos extramusicales. Por ejemplo a Vásquez, a quien en la mitad de un tema se le atoraba el bandoneón. Entonces paraba la música y le daba unos golpes para destrabarlo. Otros recuerdan el bandoneón de Eduviges Migueles y sus excelentes interpretaciones. Pero quizás el caso mas pintoresco fue protagonizado por un guitarrista: cuando sus compañeros intentaron hacer una presentación extra, él se opuso terminantemente a desenfundar el instrumento, pues tal alargue no figuraba en el contrato. El hombre se ajustaba a la ley. Después de insistir infructuosamente, consiguieron otro ejecutante; éste tomó la viola del titular y la notó muy pesada. A todos llamó la atención el sonido un tanto sordo, hasta que se descubrió la causa: dentro de la guitarra, el remiso músico había guardado los chorizos que en un descuido le había robado al parrillero. Esa noche bautizaron al instrumento como "la guitarra choricera".

El ambiente del Lusera resultaba pintoresco por la variedad y cantidad de público. Muchos vecinos del centro iban con frecuencia y -aunque no bailaban- se sentaban a tomar la copa y a seguir las alternativas de las movidas jornadas. A veces les tocaba presenciar alguna rosca entre zapadores y policías , aunque ninguna alcanzó los niveles de batalla campal como la del verano de 1944.-

Estos incidentes nunca terminaron con mayores consecuencias que algunos lesionados y no le pasaba a nada al que no se metía. Por eso el lugar mantuvo su concurrencia. No se lo consideraba de la pesada como otros lugares donde, según las mentas, al entrar palpaban de armas a los asistentes, y al que no tenía, le proveían una. Es lo que cuentan los mas mentirosos.

Cuando se generalizaron otros bailes en pista abierta, los del Lusera comenzaron a languidecer y el público que les dio vida enderezó su rumbo hacia otros lares, repartiéndose en escenarios mas cercanos.-

Con esto ponemos punto final a esta época del Lusera, para empezar el domingo venidero otro tema que convoca al recuerdo de noches memorables: los bailes del Club Independiente.

Publicado el 11/9/88

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